Beautiful People. Tod Papageorge en Studio 54

Tod Papageorge (Portsmouth, New Hampshire, 1940) se instaló a mediados de los se­senta en Nueva York. Admirador confeso de Cartier-Bresson y Brassaï, amigo de Garry Winogrand y Robert Frank (expuestos en la Sala Noble), practicó un tipo de fotografía distanciada de lo meramente documental por una mirada subjetiva o poética de lo co­tidiano y que buscaba, simplemente, «salir al mundo y capturar fragmentos».

Fotografiando la ciudad día y noche, en 1978 cruzó el célebre cordón de terciopelo de la entrada de la discoteca Studio 54, que tantos desearon franquear durante los escasos tres años de actividad del local y que marcaba una especie de frontera fabulosa entre la Nueva York real y el universo salvaje y selecto que se desplegaba en el interior.

Impresionado por las imágenes del París de Brassaï en los años treinta, que había visto en una exposición en el MoMA, y pertrechado, como él, con una cámara de formato medio (6 x 9 cm), una Fujica en su caso –que pesaba, recordaba, «como un ladrillo de plomo»–, Papageorge vio desfilar ante su objetivo en el legendario nightclub entre 1978 y 1980 a una variopinta clientela de celebridades, personajes extravagantes y rostros anónimos, privilegiados admitidos a aquel santuario de la libertad y el placer.

Desde su apertura el 26 de abril de 1977, en el 254 de la calle 54 oeste, en Manhattan, hasta su clausura, en febrero de 1980, Studio 54 concitó, por rigurosa invitación, a la beautiful people [gente guapa] que vivía o pasaba por la ciudad, famosos o desconoci­dos esperando dejar de serlo, que querían ver y ser vistos. Vestidos con ropas glamuro­sas, disfraces o incluso semidesnudos, personalidades del cine, la música, las artes, la moda o la política y fiesteros de todo pelaje recalaron en el local de moda del momento. Y en su ambiente único de euforia, diversión y desenfreno, bailaron, bebieron, consumie­ron drogas, tuvieron encuentros sexuales, e incluso durmieron los excesos de la velada en sus sofás tras el fin de la fiesta.

Con música disco de fondo, moviéndose por los espacios cuidadosamente decorados y pensados para el disfrute (la pista de baile, el bar, las zonas VIP y la terraza), Papa­george inmortalizó la realidad intensamente terrenal de aquel paraíso efímero de la vida noctámbula neoyorquina, del que exponemos en el Espacio ArteSonado del Museo una breve muestra. En sus fotografías, Studio 54 y su halo mítico de fenómeno cultural y artístico trascendente son lo que vemos: una colección de imágenes en blanco y negro que «siempre estuvieron pensadas para hablar por sí mismas».

Tod Papageorge, Studio 54, Nueva York, 1978-1980

Categorías: Exposiciones

Bárbara García

Bárbara García

Jefa del Área de Conservación del Museo

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