Work in progress

«La exposición es un método; constituye uno de los más útiles de diálogo y concienciación de que dispone el museólogo con la comunidad»

Marc Maure (1996)

Aprovechando estos días de confinamiento para retomar lecturas pendientes y para dedicar un buen rato a la escritura como calmante ante la incertidumbre, me gustaría compartir unas reflexiones sobre la importancia de las exposiciones temporales en la actualidad, como motor de los museos y de su compromiso con la comunidad. Con nuestra actividad expositiva interrumpida temporalmente y deseando volver pronto a meterme en faena junto a mis compañeros del Museo Carmen Thyssen Málaga, con este texto os invito a participar de nuestros procesos de preparación de un trabajo que nos apasiona y que siempre compartimos con nuestros visitantes y seguidores con la mayor ilusión.

Comenzaremos con un muy breve recorrido histórico para poder comprender la génesis y evolución en la consideración de las exposiciones temporales en España. Hasta mediados del siglo XX, el panorama expositivo en nuestro país había estado circunscrito a unas citas muy concretas para los artistas, críticos y aficionados: las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en Madrid, en las que se mostraba, desde 1856, el «arte oficial», las de Bellas Artes e Industrias en Barcelona, algunas monográficas dedicadas en el Museo del Prado a El Greco o Goya, las organizadas por asociaciones locales y provinciales, y algún destello de modernidad, como las de la Asociación de Artistas Ibéricos, que entre 1925 y 1936 dieron a conocer, aunque ante un público minoritario, el panorama del arte nuevo español.

Habría que esperar hasta los años ochenta para que, con la llega de la democracia y un nuevo panorama social, cultural y económico, se diera un impulso renovado a la actividad expositiva, que comenzara a convertirla, ya de manera decidida, en una apuesta cada vez más habitual por parte no solo de museos, sino también de instituciones privadas, culturales o financieras, buscando un enriquecimiento cultural de la sociedad y un acceso cada vez más universal al relato de la historia del arte. Quizá como culmen de este proceso se pueda señalar la exposición Velázquez en el Museo del Prado en 1990 que recibió medio millón de visitantes, unas cifras que, aunque hoy resuenan con cierta frecuencia en la prensa, entonces marcaron, sin duda, un tiempo nuevo para las visitas a los museos y sus exposiciones.    

Colas para acceder a la exposición Velázquez. Museo Nacional del Prado, 1990. Foto: EFE

Pero no solo las exposiciones se abren a un público cada vez mayor, sino que también se transforman radicalmente los espacios expositivos y la forma de diseñarlos. Desde los parámetros de la ya lejana Bauhaus, hasta los espacios minimalistas y modulares del MoMA de Nueva York o la neutralidad del llamado «cubo blanco», se empiezan a abandonar las salas abigarradas, con cuadros expuestos en hileras dobles o triples, que generaba cansancio y confusión. Se apuesta ahora por una nueva museografía que favorezca la observación de las piezas: se exponen las obras de manera individualizada, con espacio para dejarlas «respirar», y en escenarios, salas o museografías específicos creados para cada proyecto concreto. El museo sostenido solo por eruditos deja paso a equipos multidisciplinares con personal especializado en numerosos campos, capaces de dar forma completa a la experiencia de visitar la exposición.

Las exposiciones se renuevan, su público se amplia y se vuelve también muy diverso. Han dejado de estar al alcance de unos pocos privilegiados, invitados a descubrir sus tesoros casi como en el ritual de un culto mistérico. Se puede destacar al respecto la apertura del Centre Pompidou de París en 1977, que, además, fue una institución muy atractiva para el público joven.

Así pues, a modo de resumen, se podría decir que la evolución de las exposiciones ha pasado por diferentes consideraciones conceptuales a lo largo del tiempo. En el siglo XIX imperó la estética del creador, en buena parte del XX, se ha seguido la de la obra, hasta llegar, a la estética del espectador.

En la actualidad, el propio concepto y la consideración de las exposiciones se muestran cambiantes, debido a que éstas se han convertido en un fenómeno sociocultural presente en nuestro día a día y, así como las propias necesidades humanas y sociales e innovación de los materiales logísticos se encuentran en una permanente transformación, éstas también se van adaptando y evolucionando. Y es que resulta esencial la relación con el público, conocer los gustos, inquietudes y nivel cultural de los visitantes es fundamental para saber qué les podemos aportar y ofrecer. Hay, pues, una comunicación bidireccional entre los objetos expuestos y el público. La exposición es un punto de encuentro que muestra una secuencia de objetos tangibles que, a través de las herramientas museográficas, se convierte en una experiencia sensorial que permite al espectador participar de ella, conectando contenidos y materializando conceptos, ideas y épocas. A su vez, las experiencias, conocimientos y vivencias de ese espectador aportan nuevas miradas, conexiones y significados al conjunto.

Pasemos a ver cómo se desarrolla el proceso expositivo. La exposición parte de una idea, un concepto, un argumento para contar una historia, y tiene una intención comunicativa. Y como medio de comunicación se vale de ciertas herramientas y estrategias sugerentes cuyo reto es el espectador viva una experiencia que le conecte con las piezas que construyen el discurso expositivo. Para ponerla en marcha, es preciso un engranaje complejo y organizado a cargo de un equipo pluridisciplinar y creativo, encargado de materializar las ideas y dar forma a la exposición. En el caso del Museo Carmen Thyssen Málaga nuestro equipo es pequeño, pero muy bien avenido, como suele decirse. Nuestro objetivo continuo es estar minuciosamente interconectados y coordinados para que, en todo momento, cada uno de nosotros conozca las acciones y tiempos propios y de los demás integrantes de la cadena de trabajo. Todo el equipo participa y está presente durante todo el proceso, desde que se aprueba la realización de un proyecto expositivo hasta que la muestra cierra sus puertas. 

Casi todas las exposiciones que realizamos son de producción propia. En la institución se ha venido apostando por proyectos creados y desarrollados desde el Museo, en solitario o con el apoyo de comisarios externos, especialistas en determinados campos de la Historia del Arte, que han permitido enriquecer las propuestas y la experiencia de quienes trabajamos mano a mano con ellos. Personalmente, ha sido un placer y un privilegio intercambiar opiniones y conocer nuevos métodos de trabajo, conceptuales y funcionales, con todos los que han colaborado con nosotros estos años. Y sé que mi sentir es compartido por mis compañeros.

Para hablar del trabajo específico que realizamos quienes nos encargamos de la gestión de las exposiciones, iré de lo general a lo concreto. Empezaré por sus fases (a modo de esquema), para ir centrándome en cada una de ellas, deseando acercaros así el trabajo previo a la inauguración de una exposición, a ese día en que, por fin, compartimos con el público nuestros esfuerzos e ilusiones.

Se podría establecer así una secuencia temporal de las actuaciones en la configuración de una exposición temporal, como se indica en el libro Conservación preventiva. Exposiciones temporales. Procedimientos (2008):

1.DEFINICIÓN DEL PROYECTO
·Investigación, primera definición del proyecto, fechas y dosier para su presentación.
· Gestión económica (presupuestos y viabilidad).
· Aprobación del proyecto.

2.ORGANIZACIÓN
· Gestión de préstamos: solicitud de las piezas, contratos con los prestadores, seguros, restauraciones, enmarcados, transportes.

3.DESARROLLO
· Diseño y producción del montaje y las publicaciones: redacción de textos, permisos de reproducción, etc.
· Montaje e instalación, que culmina en la inauguración.
· Periodo expositivo.
· Desmontaje y devolución de las piezas prestadas a sus propietarios.

Mi labor en el Área de Conservación, dentro de este proceso que desarrolla el equipo, se centra en estos momentos, sobre todo: gestión de los préstamos, diseño y producción del montaje (coordinación de las necesidades previas de las obras y la sala de exposiciones) y montaje e instalación (supervisión de que todo lo que se había previsto se materializa).

Una vez que el proyecto está aprobado y tenemos un primer listado de obras seleccionadas con el que empezar a trabajar, el siguiente paso es contactar con sus propietarios, tanto de instituciones públicas como de colecciones particulares (a los que a veces localizamos a través de apasionantes pesquisas casi detectivescas) para presentarles nuestro proyecto y solicitarles su colaboración con el préstamo de las obras.

Toca después enviar la documentación a los prestadores: una solicitud formal, un formulario de préstamo para que nos faciliten toda la información necesaria para la gestión, un breve dosier informativo y un informe sobre nuestras instalaciones para que conozcan las condiciones en que sus obras serán expuestas y custodiadas. Una vez que las instituciones y coleccionistas reciben la documentación y valoran el préstamo hay dos posibilidades: que la respuesta sea positiva y nos presten la(s) obra(s), o que rechacen la petición. Han sido tantos los casos en que hemos obtenido respuestas positivas y entusiastas, que no puedo menos que agradecer desde aquí a todos los que nos han acompañado en nuestras exposiciones con enorme generosidad.

Pero también nos podemos encontrar con un «no» y no queda otra que buscar un plan b si la obra que queríamos para nuestro proyecto ya estaba comprometida para otro en las mismas fechas, su estado de conservación es delicado, se encuentra expuesta y forma parte esencial en el recorrido del museo al que pertenece o acaba de regresar de una o varias exposiciones y conviene dejarla descansar. Como es lógico la conservación de las obras es prioritaria para todos los que las custodian, por lo que estas situaciones son perfectamente comprensibles.

Si por el contrario nos comunican que el préstamo ha sido aceptado, desde ese momento, comenzamos con el siguiente paso: recopilar la información para ir dando forma a nuestra base de datos y nuestros listados de seguimiento y trabajo, volcando en ella toda la información que recibimos por parte de instituciones y prestadores (en formularios y contratos de préstamo).

Durante el tiempo que gestionamos los préstamos vamos avanzando hacia el que será ya nuestro listado definitivo de obras, que vamos completando con los requerimientos específicos que tienen algunas piezas y que hay que atender antes del montaje: puestas a punto por parte de restauradores, enmarcados, soportes museográficos que serán necesarios para exponerlas correctamente, etc. De todo ello resulta una base de datos muy valiosa para nuestro trabajo y que funciona como una herramienta transversal de la que se sirven varios de los miembros del equipo para sus tareas, desde la contratación de pólizas de seguro hasta las cartelas que acompañarán a las obras en la exposición para informar al visitante de sus datos técnicos más relevantes. Toda nuestra exposición está en ese momento contenida en un gran documento, esperando a materializarse en la sala a partir de nuestras gestiones.

Estos meses de trabajo son muy intensos; nuestro proyecto va cogiendo forma y vamos estrechando lazos con otras instituciones y coleccionistas. Son muchos los mensajes y llamadas telefónicas que cruzamos con ellos a lo largo de estos meses sobre consultas, dudas o inquietudes, creándose un vínculo de confianza entre ambas partes que irá más allá de la propia exposición. De hecho, para el Museo ha sido fundamental la consolidación de una red de prestadores, nacionales e internacionales, y esto ha sido posible gracias a la confianza que ha generado esta simbiosis a lo largo de los años.

Cuando nuestra selección de obras está ya bien avanzada, entran en el equipo los diseñadores de la museografía, del catálogo y de la imagen gráfica y publicitaria, para poner en común el proyecto e ir definiendo y planteando el diseño expositivo y de imagen.

A este respecto, conviene recordar los tres elementos que conforman una exposición y que hay que tener presentes: el contenido, el espacio y el público. El reto es buscar la relación y equilibrio entre ellos a través de las estrategias comunicativas, que cobran gran importancia: el diseño tanto del espacio y soportes expositivos, como de los diferentes medios que difundirán la exposición al exterior (catálogo, folletos, lona de fachada, carteles, mupis, banderolas, etc.). Resulta muy importante pues conocer las novedades de los elementos y soportes, y ello requiere de una actualización continua, por la propia innovación de materiales, en el que al componente visual y estético se suma el creativo. Se amplía, pues, la enumeración de criterios presentes: estéticos, comunicativos, funcionales, prácticos, educativos o psicológicos.

En el diseño se tienen en cuenta los componentes conceptuales, estéticos, relacionales y prácticos, tanto de los elementos visibles como de los no visibles. Es un todo y requiere una inversión de recursos humanos, económicos y físicos. La producción de una exposición es un proceso creativo de todos los profesionales y áreas implicadas, que participan y apoyan la idea conceptual y la organización y disposición de los elementos. Conceptos como la distribución, el ritmo, el recorrido, la legibilidad de los textos, el color o la iluminación, forman parte de este engranaje, cumpliendo una intención comunicativa, sugerente y discreta. Es por ello que conviene cuidar hasta el mínimo detalle.

En las reuniones con los diseñadores trabajamos la distribución definitiva de las obras en sala, disposición de la gráfica (textos en sala), color de las paredes, número de obras que van a necesitar soporte y medidas para éstos, pensamos posibles dificultades que se puedan presentar en el montaje y los diseñadores ponen en común sus propuestas.

Reunión de trabajo. Toma de decisiones sobre aspectos museográficos. Distribución de obras y pruebas de color de paredes y soportes gráficos

Paralelamente a todas estas tareas de búsqueda de obras, gestión de préstamos y diseño, se habrá estado trabajando en los textos (redacción, revisión y traducción), tanto de los comisarios como, en nuestro caso, del equipo de Conservación que habitualmente participa de estas funciones, para los diferentes soportes informativos de la exposición. Nuestro Editor y Responsable de Publicaciones coordina estos trabajos y el de los diseñadores correspondientes para las invitaciones para la inauguración, folletos, textos de sala, textos para la web y medios de comunicación y catálogo. Una vez se hayan revisado los textos y las pruebas de color, se mandan a producir, con tiempo suficiente para que el día de la inauguración todo esté listo.

Cada vez nos acercamos más al montaje, así que hacemos un calendario que recoja el cronograma de trabajo para que todos los implicados (equipo de montaje y mantenimiento, seguridad, empresas de transporte…) puedan organizarse perfectamente.

Mientras la lista de obras se va concretando y con ella la exposición definitiva, nuestra Registro, responsable del movimiento de obras en el Museo, contrata el transporte en los embalajes adecuados, exprofeso para el transporte de obras de arte, y las pólizas de seguro, gestionando los permisos de movilidad necesarios para las obras y coordinando la recogida de todas las obras y su recepción en el Museo.

Como cada proyecto es único, requiere, en la mayoría de las ocasiones, una modificación del propio espacio expositivo. Nuestra sala de exposiciones ha mutado su apariencia a lo largo de las exposiciones: se han construido y transformado paredes, en cada exposición cambiamos el color y el concepto en la iluminación, etc. Las salas de exposiciones deben ser espacios camaleónicos, que soporten los cambios y se enfrenten a los retos que nos proponemos.

Con todas las decisiones de museografía tomadas, se encarga y manda a producir el material y soportes específicos y elaboramos un plano definitivo de la disposición de los cuadros en sala. En este documento, que elaboramos con un programa de diseño en 3D, anotamos las medidas de las obras y las de las paredes para, la semana previa al montaje, hacer una simulación de su distribución en sala, de su ubicación definitiva, que nos será de gran ayuda para evitar imprevistos en el propio montaje, ya que nos permite tener una idea del resultado final y realizar cambios previos si se consideran oportunos.

Distribución previa de las obras en sala y resultado final. Exposición Juan Gris, María Blanchard y los cubismos

Con la sala preparada y la ubicación de cada pieza marcada, empiezan a llegar los camiones de la empresa de transporte con las obras. Y… ¡comenzamos el montaje!

Recepción de las obras

En los días en que instalamos la exposición, cada movimiento está bien establecido y ordenado en el tiempo. Los prestadores suelen enviar una persona como «correo», que se encarga de supervisar el viaje de las obras, desde su origen hasta que queda colgada o colocada en nuestra sala. Están presentes en la salida de las piezas, en su recepción y, posteriormente, en su desmontaje, para comprobar que no haya ningún desperfecto y que toda la manipulación e instalación es la adecuada.

Para el montaje, seguimos un orden de desembalaje e instalación de las piezas, de las que traen correos y las que supervisamos nosotros solamente. Como previamente hemos distribuido virtualmente las obras y sabemos dónde queremos colocarlas exactamente, podemos organizarnos sin dificultad. En este momento del montaje es fundamental el trabajo que realizamos con los compañeros del equipo de Mantenimiento del Museo, encargados de instalar las obras en paredes y soportes.

Conforme se van desembalando las obras, los restauradores van elaborando los informes de estado pertinentes y anotan todos los detalles a tener en cuenta. Este informe de estado o «condition report» de la obra es necesario ya que, en las revisiones periódicas durante la exposición y cuando la muestra finalice, en el desmontaje, podremos comprobar si se ha producido algún cambio o desperfecto en la obra. Durante todo el proceso, la Registro, que es quien va coordinando el desembalaje, los correos y los restauradores, va realizando fotografías de las obras, documento gráfico importante que complementa los «conditions reports».

Desembalaje de pintura y escultura. Exposiciones Reflejos del Pop y Mediterráneo
Supervisión y montaje de las obras

En los días del montaje vamos recibiendo los catálogos, folletos y demás soportes informativos para su distribución. También se procede entonces a la implementación de los soportes gráficos informativos en la sala expositiva: textos de pared, rótulos y señalización.

Montaje de los soportes gráficos: Rótulos y textos de pared

Cuando todas las obras están instaladas en la sala de exposiciones, le toca el turno a la iluminación que realiza un diseñador profesional. A él corresponde, de acuerdo con el comisario y el equipo de Conservación del Museo, fijar el concepto de iluminación deseado que aúne estética y conservación preventiva de las obras. Junto con los compañeros de Mantenimiento, se instalan los focos led.

Con todo casi listo, solo falta poner las cartelas que identifican cada obra con sus datos para el visitante.

Iluminación de las obras e instalación de las cartelas informativas

Y, por fin, todo está ya a punto el día de la inauguración, en el que se presenta la exposición a los medios de comunicación, a los prestadores que han venido a acompañarnos y a los primeros visitantes. Para nosotros es una jornada importante ya que vemos materializada la idea en la que llevamos más de un año trabajando y, además, nos permite conocer las impresiones, de primera mano, de prestadores y asistentes. Es un feedback muy valioso para nuestro equipo.

Inauguración de la exposición: Presentación a los medios de comunicación y acto oficial de inauguración

Con la exposición inaugurada, nosotros tenemos que pasar al siguiente proyecto, y toman nuestro relevo otras áreas del museo como las de Educación, Comunicación, Promoción o Tienda que previamente habrán estado igualmente programando y produciendo, y nosotros empezamos de lleno a gestionar la siguiente exposición.

Cuando la muestra llega a su fin, se realiza el desmontaje y dispersión de las obras. El proyecto no finaliza hasta que las instituciones y prestadores particulares no reciban de vuelta sus obras. Y nosotros, una vez sale la última caja con obra de la sala de exposiciones, comenzamos a coordinar la preparación de las paredes (mantenimiento) y de la sala para empezar a recibir, de nuevo, otras obras, empezando a soñar con las nuevas historias que nos acompañarán es esta nueva aventura.

En los nueve años de vida del museo, se han realizado treinta proyectos expositivos (en nuestras diversas salas). Han sido casi mil quinientas las obras que han pasado por aquí, entre cuadros, dibujos, grabados, esculturas, objetos, publicaciones, carteles, fotografías, cerámica, etc. Pero todo esto ha sido posible gracias sobre todo a nuestros visitantes, que disfrutan estas propuestas expositivas y hacen crecer a nuestro Museo. Porque como dijo Marcel Duchamp: «El arte lo hace en realidad el público, en esa relación del objeto con el espacio, por medio de la exposición, lo que le da verdadero sentido plástico».

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Museo Carmen Thyssen Málaga

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