«La naturaleza ama ocultarse»
Heráclito
Para rastrear los inicios de Mariano Fortuny, el artista español más interesante de su generación, como orientalista hay que trasladarse a Roma. La profesionalización artística en España durante el siglo XIX incluía un período de aprendizaje en la Ciudad Eterna mediante becas otorgadas por instituciones oficiales, con la idea de que los artistas jóvenes alcanzasen la maestría a través de los estudios de figura y la copia, en un ambiente apropiado para la inspiración y el conocimiento directo del arte clásico. En ese entorno academicista, Fortuny logró ser pensionado en Roma por la Diputación de Barcelona desde 1857, aceptando poco después el encargo de la decoración del salón de sesiones de la Diputación con escenas de la guerra hispano marroquí. Versado en el estudio del natural en la Academia Gigi de la Via Margutta, muy cerca del mítico Caffè Greco, centro de reunión y tertulia de los españoles expatriados, Fortuny depuró su excepcional habilidad como dibujante, con una seguridad y precisión de línea y modelado que serían la marca registrada de su obra posterior. Sigue leyendo