Mi obra favorita: El paisaje sonoro de la vida moderna

Cuando Enrique Martínez Cubells (Madrid, 1874-Málaga, 1947) pinta esta vista de la madrileña Puerta del Sol, en 1902, este espacio neurálgico del centro histórico de la villa estaba en plena transformación: había ampliado su tamaño y adquirido una configuración muy próxima a la actual, y los primeros tranvías eléctricos empezaban a desplazar a los tradicionales coches de caballos en el paisaje urbano.

Enrique Martínez Cubells. “La Puerta del Sol, Madrid”, 1902. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

No es, sin embargo, la propia plaza y su arquitectura lo que le interesa al pintor. Frente a las vedute urbanas del siglo XIX, aquí el enfoque del lienzo nos sitúa en un nuevo siglo, y su moderno encuadre fotográfico, desde un punto de vista ligeramente elevado, acerca al espectador, casi como un zoom, a la ajetreada vida cotidiana que discurre por las calles de Madrid. Pero si hay algo que singulariza a esta pintura y que la convierte en pieza destacada de las actividades educativas del Museo Carmen Thyssen Málaga, es su capacidad para evocar vívidas percepciones sensoriales. Adentrándonos en la obra, más allá de la imagen que capta nuestra vista y que nos permite conocer la vida urbana de una época pasada, el resto de nuestros sentidos nos transmiten la humedad y el frío de un día gris y lluvioso, y multitud de estímulos sonoros: los cascos de los caballos sobre el pavimento, el crujir de los carruajes, el chirrido de los tranvías o el chapoteo de los pasos al caminar sobre el suelo mojado. Todos estos elementos logran una intensa sensación de instantaneidad y dan vida a una escena que se configura, así, como un verdadero paisaje sonoro.

Para un espectador contemporáneo a la obra, ese cúmulo de estímulos sensoriales reflejaban una realidad bien conocida, una experiencia directa del mundo. Hoy, sin embargo, al contemplar un espacio del pasado, reconocemos lo que se nos muestra sobre todo con la vista, mientras que otras referencias sensoriales nos resultan muchas veces ajenas. El lienzo nos plantea, pues, todo un ejercicio de comprensión y percepción que enriquece la experiencia de mirar una obra de arte.

Del mismo modo, el espacio público que aquí se presenta nos hace repensar la ciudad como un territorio en continuo cambio, en proceso de adaptación a las necesidades de la sociedad del momento. En este caso, pasando de ser “calle ancha”, en la que las personas se reunían para comercializar, socializar y divulgar noticias en las lonjas de sus edificios, a centro inexcusable de la capital española, como lo sigue siendo a día de hoy.

Martínez Cubells se limita a observar, aunque su obra esté cargada para el espectador actual de testimonios elocuentes de otro tiempo y sea un extraordinario documento que ilustra la modernización que en todos los órdenes llegó con el siglo XX, aquí patente tanto en lo representado como en el propio lenguaje artístico, heredero de experiencias con la luz y los efectos atmosféricos del impresionismo. No en vano la obra recuerda a la Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que apenas unos poco años antes, en 1897, Camille Pisarro había pintado desde la ventana de su apartamento parisino persiguiendo capturar los reflejos del agua y captando la vibrante rutina callejera de la capital francesa. Un ejemplo más de la extraordinaria percepción de lo urbano que nos permite vivir una obra de arte.La puerta del sol, por Enrique Martínez Cubells, Madrid, 1902, óleo sobre lienzo, 75 x 96,5 cm, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, en préstamo gratuito en el Museo Carmen Thyssen Málaga.

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