Los pequeños detalles

(soliloquio de museografía ficción)

Hay una cita apócrifa de Mies van der Rohe que me encanta: «Dios está en los pequeños detalles». Contiene una evidencia que se puede aplicar a cualquier disciplina artística, especialmente visible, creo, en las que se ocupan de la representación de menudencias, como la pintura, el diseño o la fotografía.

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Surcos

[Texto publicado en el catálogo de la exposición Modernidad latente. Vanguardistas y renovadores en la figuración española (1920-1970). Colección Telefónica, editado por el Museo Carmen Thyssen Málaga en 2024]

Un texto del falangista Eugenio Montes aparece sobreimpresionado al comienzo de la película Surcos (1951), de Nieves Conde: «Estos campesinos que han perdido el campo y no han ganado la muy difícil civilización, son árboles sin raíces». La vuelta al campo a la que se exhortaba durante la posguerra, y que se ajustaba al concepto de Arcadia feliz, en realidad tenía que ver con la crisis económica que padecía el país, en la que el campo supuso un respiro para atenuar la gravedad de la situación. Para Primo de Rivera, «España es casi toda campo. El campo es España». Frente a los vicios y perversiones del mundo moderno, la vida rústica se presentaba como un refugio del «espíritu nacional» y despensa de la autarquía, además permitía controlar a la población en núcleos pequeños. Aquel universo fue un pilar de la política franquista en la posguerra, en contraposición a la ciudad, presentada en los medios de comunicación, en el cine y en la literatura como un foco sombrío y desalentador.

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Vanguardistas y renovadoras

[Texto publicado en el catálogo de la exposición Modernidad latente. Vanguardistas y renovadores en la figuración española (1920-1970). Colección Telefónica, editado por el Museo Carmen Thyssen Málaga en 2024]

Junto a los retos y dificultades generales del período examinado en esta exposición, las artistas españolas tuvieron que enfrentar también los determinados por su condición de mujeres, en unos contextos sociales en que los avances de emancipación y libertad de los años republicanos tornaron drásticamente, tras la guerra civil, en regresión hacia roles de género escasamente compatibles para ellas con las profesiones artísticas y aún menos con la vanguardia. Y, pese a todo, no fueron pocas las que desafiaron esas circunstancias, antes y durante el franquismo, aunque casi todas deben a tiempos mucho más recientes su reconocimiento en una historia que las mantuvo apartadas y que ellas mismas tuvieron que vivir (casi siempre) desde la sombra. A través de las creadoras presentes en esta muestra, estas líneas esbozarán algunos episodios de esa presencia femenina en nuestra renovación artística.

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El rayo que no cesa

Man Ray (1890-1976), el propietario del pseudónimo más cool del arte de vanguardia (apócope de su nombre real Emmanuel Radnitzky), fue siempre reacio a hablar de sus orígenes. Aun así, sabemos que fue el primogénito de un matrimonio de emigrantes judíos rusos que trabajaron como sastre y costurera en Estados Unidos, primero en Filadelfia y al poco en Nueva York.

Aquí una nota biográfica tomada de un reciente catálogo de exposición que sin duda habría hecho sonreír al propio Man Ray, tan aficionado a los juegos de palabras: «1903. Sus padres abren un bar llamado Mitzvah en Brooklyn». Huelga decir que el Bar Mitzvah es el rito judío en que el varón, a los 13 años, comienza a ser responsable de sus obligaciones religiosas. Lost in translation.

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Paseantes

Salir a la calle estos días en que el verano parece recién surgido, en llamas, de las entrañas del desierto requiere de valor. Quizá estamos ante un challenge a gran escala, aquel de «the floor is lava» y toca ponerse a salvo de la quema y buscar un refugio climático. Idealmente en un lugar donde poder desahogar la pesadez de la canícula estival, pero sin perder ese placentero ritmo moroso que suena a vacaciones. Mi propuesta: entregarse al noble arte de pasear… bajo techo, cual flâneurs de interior climatizado. Si les apetece el plan, les invito a ir a Buenos Aires, y no porque allí sea invierno (que tampoco es mala excusa), sino porque en la sala de exposiciones del Museo Carmen Thyssen Málaga, viendo las fotografías que Horacio Coppola hizo de su ciudad en los años treinta, se puede disfrutar de un agradable vagabundeo a una temperatura perfecta (principalmente para la conservación de las obras de arte, que resulta ser muy adecuada también para la de nuestra propia integridad física) por una urbe fascinante, que el fotógrafo argentino retrató observando sin prisa, como buen degustador de los placeres de lo urbano.

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Street Life y costumbrismo. Un menú largo y estrecho

Vamos a proponer a los lectores de este blog un menú singular, que fusione la materia prima de Street Life, nuestra actual exposición temporal en el Espacio ArteSonado compuesta por una veintena de instantáneas neoyorquinas de Lisette Model y Helen Levitt, con el espíritu de la abundante colección costumbrista andaluza del museo. Un menú largo y estrecho, que permita rastrear las afinidades entre la fotografía callejera de los años 40 del siglo XX y nuestra pintura más regionalista del XIX. A ver qué sale.

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Indecible

«1. adj. Que no se puede decir o explicar.»

Hablar de la obra de Luis Feito (1929-2021) podría resultar inapropiado, ya que el propio pintor fue reacio explicarla. En un tiempo en el que parecía imposible eludir la presión a la que se somete a los artistas para que se expliquen, Feito optó por callar. A través del mutismo muchos creadores alcanzan la libertad, su independencia, y de paso evitan ser prisioneros de sus propias palabras. El silencio es un refugio seguro. A este respecto, recuerdo haber leído a Manuel Vicent una anécdota sobre un misterioso poeta del café Gijón al que por su mudez todos los parroquianos consideraban un sabio, hasta que un día tomó la palabra y se reveló como el verdadero gañán que en realidad era.

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Pintura insomne: Spilliaert en Málaga

Uno de los privilegios de trabajar en un museo, quizá el mayor, es participar en la organización y el montaje de exposiciones protagonizadas por tus artistas favoritos. Si se trata de una muestra de arte belga, contar con piezas de James Ensor, Félicien Rops, Paul Delvaux o, muy especialmente, Léon Spilliaert es cumplir un sueño.

Nacido en Ostende, ciudad balneario donde su padre regenta una importante perfumería, Léon Spilliaert es en esencia un artista autodidacta –a pesar de su breve paso por la Academia de Bellas Artes de Brujas– con una poderosa y singular identidad artística, influida tanto por sus lecturas de Edgar Allan Poe, Friedrich Nietzsche y Maurice Maeterlinck, como por las pinturas de Odilon Redon, Gustave Moreau y Fernand Khnopff. Tal es el virtuosismo de Spilliaert en el dibujo –con la aguada de tinta china, la acuarela, el gouache o el pastel–, que hoy es unánimemente considerado un maestro de la pintura y un referente en la configuración de la modernidad artística europea.

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Una vanguardia fugaz

Para el arte español, los años veinte y treinta del siglo XX fueron un período cargado de sueños de renovación, de esperanzas de un prometedor futuro en el que nuestros creadores se incorporarían, por fin, como protagonistas al devenir de las vanguardias internacionales con las que se había abierto la centuria. Y lo harían desde la construcción de un arte nuevo específicamente español, influido por el ambiente de modernidad internacional, pero elaborado a conciencia como una propuesta a partir de (y en reacción a) la tradición y con una identidad propia. Esas dos décadas fueron, sin embargo, un fugaz espejismo, que la guerra civil borró brutalmente. Con sus protagonistas en el exilio, interior o en el extranjero, fallecidos en algunos casos en la contienda, y, sobre todo, con el clima de efervescencia cultural que había estimulado las novedades interrumpido durante largo tiempo, la vanguardia no resurgirá, bajo las formas de la abstracción, hasta los años cincuenta. Pero esa es otra historia. La que cuenta Real(ismos) es la de aquel tiempo en que todo parecía posible y en el que nuestro arte fue muy moderno siendo realista y nuestros artistas reclamaron un lugar en el panorama internacional de la renovación. Hasta el 4 de septiembre este relato espera a nuestros visitantes en la sala de exposiciones temporales. A nosotros no se nos ocurre un plan mejor ahora que aprieta el calor. Estos son sólo algunos de nuestros motivos para no perderse esta cita en el Museo Carmen Thyssen Málaga.

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5 claves para visitar la expo de Juana Francés

La breve antología de la trayectoria creativa de la alicantina Juana Francés (Alicante, 1924-Madrid, 1990) que propone esta exposición –catorce piezas seleccionadas entre el largo centenar de obras que legó al Museo de Arte Contemporáneo de Alicante–, descubre a una de las artistas más sobresalientes del panorama español de la segunda mitad del siglo XX. Para comprender mejor su dimensión como creadora y la esencia del proyecto organizado en la sala noble del Museo Carmen Thyssen Málaga, os proponemos estas cinco claves.

Juana. Francés. Sin título, 1957
Técnica mixta, tintas y tierras sobre arpillera, 130,5 x 98 x 2,5 cm
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