Con la exposición «American People. Fotografía documental americana (1930-1980)», compuesta íntegramente con obras de la Colección José Luis Soler Vila, desde el Museo Carmen Thyssen Málaga proponemos reflexionar sobre el documentalismo fotográfico norteamericanodel siglo XX de la mano de once maestros del género.
De este modo, la muestra en la Sala Noble plantea, a través de más de cincuenta imágenes, un apasionante recorrido bifurcado: a través de la cultura popular estadounidense y por la historia de la fotografía documental, abordado a través de diferentes épocas, estilos y protagonistas. Iniciamos el itinerario presentando las piezas de los pioneros, como Walker Evans, Robert Frank o Louis Faurer, y lo finalizamos con la producción a color de Harry Callahan, Anthony Hernández o Tod Papageorge a partir de los sesenta. Una miscelánea que permite descubrir la importancia y la evolución del género, además de «poner cara» a las distintas y complejas realidades sociales de Estados Unidos a lo largo de seis décadas.

La popularización de las cámaras compactas de 35 mm revolucionó la práctica fotográfica y propició un modo eficaz de captar el «instante decisivo», que, unido a la eclosión de las revistas ilustradas de gran tirada, significó el triunfo de la fotografía como medio de comunicación universal durante la primera mitad del siglo. Se produjo entonces un cambio sustancial en la imagen fotográfica, que pasó de ser percibida como una unidad aislada a alcanzar un mayor potencial visual en el concepto de serie, es decir, en la ordenación y agrupamiento en forma de relato y reportaje gráfico.
A través de la captación de imágenes de la vida real, el documentalismo se reveló como un género híbrido permeable al testimonio histórico, al retrato, a la pulsión de la calle, a la investigación psicológica y sociológica, a la denuncia, a la ironía, a la narración… Así, la convivencia y combinación de diferentes tendencias, desde el fotoperiodismo a las fotografías directa, humanista y callejera, enriquecieron la esencia documental y permitieron a los fotógrafos imprimir un sello personal a sus trabajos. Partir de la realidad, reproducirla con exactitud e incluso dotarla de una dimensión enigmática.
Desde los años treinta asistimos al desarrollo de un nuevo tipo de fotografía de estilo documental que reivindicaba la simplicidad, la nitidez y el registro de la realidad. Una expresión visual en la que primaba la claridad compositiva y el interés por los motivos cotidianos. Su primer valedor fue Walker Evans (1903-1975), quien sentó las bases de un género utilitarista que adoptaba el estilo artístico, una fotografía rigurosa y no exenta de lirismo. En 1935 fue reclutado por la Farm Security Administration, una agencia gubernamental, para atestiguar la crítica situación de los agricultores durante la Gran Depresión. De aquella aventura surgió un memorable fotolibro, Elogiemos ahora a hombres famosos (1941), con fotografías de Evans y textos de James Agee.

Fueron años en los que triunfaron en Estados Unidos proyectos como la Photo League, con fotógrafos y cineastas que concebían el reportaje como un medio de denuncia social. Los tiempos de la fotografía honesta y directa, que pusieron el foco en las clases populares, tanto urbanas como rurales. De esa órbita surgieron propuestas como las de Helen Levitt (1913-2009), autora de la llamada fotografía humanista, que en la década de los cuarenta fijó su mirada en las calles del extrarradio neoyorquino y produjo una obra que armoniza el compromiso con las minorías y la poética de la cotidianidad.
La corriente fotográfica humanista y el interés la vida urbana son la base de la producción de Louis Faurer (1916-2001), referente de la fotografía callejera de Nueva York hasta los años cincuenta. Faurer compartió estudio con Robert Frank (1924-2019), y ambos hicieron de la psicología uno de los grandes temas de su obra: la vulnerabilidad y el aislamiento del individuo en la multitud, pero sin descuidar los aspectos puramente formales.
En la década de los cincuenta Robert Frank acometió una visión revolucionaria del american way of life; con punzante ironía reparó en sus tópicos y paradojas tras viajar durante dos años por el país, y el proyecto cristalizó en una obra esencial, The Americans (1958). Esa mirada al estadounidense medio, aislado el individuo anónimo mediante retratos robados, fue también uno de los grandes hallazgos de Harry Callahan (1912-1999). En sentido opuesto, la iconografía radiante de una estelar Marilyn Monroe, fotografiada por Garry Winogrand (1928-1984) durante el rodaje de La tentación vive arriba (1955). De Winogrand, en la exposición alternamos sus imágenes históricas como fotoperiodista con la estricta fotografía callejera.

En los años sesenta irrumpe un nuevo documentalismo más subjetivo, cuyo principal impulsor fue Lee Friedlander (1934), autor de un repertorio desconcertante, que se interesa por aspectos en principio menos llamativos de la realidad y con un total abandono del sentimentalismo. En ese momento conviven diversos estilos fotográficos, pero con un apego común por el retrato callejero espontáneo, desde Imogen Cunningham (1883-1976), referente histórico de la fotografía, a Tod Papageorge (1940), quien aporta una sugerente visión en color del paisanaje neoyorquino.

En los primeros años setenta una joven Susan Meiselas (1948) acometió durante cinco veranos un ambicioso proyecto, Carnival Strippers, del que resultó un repertorio sórdido sobre la América profunda y aún hoy referencia visual por los derechos de las mujeres.
También constituye un episodio referencial la serie Rodeo Drive (1984) de Anthony Hernández (1947). Un desenfadado catálogo de ricos y fashion victims pululando por Beverly Hills, en Los Ángeles. Imágenes que sobreexpuso ligeramente para acentuar el color y en las que subyace una crítica social por la desigualdad racial y de clase. También de los ochenta, y con el color como medio de expresión principal, mostramos unas originales obras del entonces veterano fotógrafo callejero Harry Callahan, en las que se sirvió de la exposición múltiple, una técnica que ya usaba en los años cuarenta.