Los últimos días de verano los pasé haciendo prácticas de la Universidad de Málaga en el Museo Carmen Thyssen Málaga. Me encontraba terminando las tareas que se me encomendaron, cuando miré a mi alrededor y me di cuenta de que en el Área de Educación se estaba planteando un proyecto consistente en tratar un tema tan en boga en los medios de comunicación y en la sociedad en general: el género. Recordé entonces cuando tanto en el colegio como en el instituto mis profesores de Lengua Castellana se obcecaban en enseñarnos que el término género se utilizaba únicamente como designación gramatical…Sí. Aquello de el, la, los, las y lo, y demás parafernalia de etiquetar cada palabra para hacer un uso correcto del buen castellano. Fue entonces cuando comencé a tomarle odio al telediario por ese mal uso de la palabra género, y cada vez que un avispado presentador de noticias del día utilizaba ese término, me indignaba tanto que empecé a tachar de incorrecto a todo aquel que usaba un concepto equivocado para el mismo.
Fueron largos mediodías percibiendo en mi televisor esa expresión tan conocida que los periodistas decidieron incorporar a su agenda-setting como primer tema del día: violencia de género atiborrando los mass media. Yo delante del televisor pronunciaba indignada: “¡de sexo, no de género!”. Me equivocaba.
Poco después, en la Universidad, me di cuenta de que realmente el término género tenía otras acepciones, que mis profesores de colegio e instituto no habían investigado lo suficiente para poder transmitírnoslo de una manera correcta, pues los medios de comunicación realmente no estaban errando. Llegué a entender entonces que el género es una especie de denominación social del sexo y tiene que ver con todo lo relacionado con el punto de vista que la sociedad se hace del hombre y de la mujer. Entrarían entonces en juego esas ideas relacionadas con la reputación, lo correcto e incorrecto para ser hombre o mujer, y diferentes etiquetas para cada sexo, desde las más dulces a las más detestables.
Reflexionar sobre el género es mirar alrededor y darnos cuenta de que la mujer y el hombre cumplen unos determinados roles en la sociedad que han ido evolucionando con el tiempo, pues desde muy antiguo siempre se ha tenido un concepto social de cada uno de ellos.
¿Y qué tiene que ver esto con el arte? A lo largo de mi formación relacionada con el mundo del arte, y observando de más cerca este proyecto que prepara el Área de Educación del Museo Carmen Thyssen Málaga, estudiando las representaciones que de cada sexo se ha hecho a lo largo de toda la historia del arte, obtenemos diferentes datos históricos de la evolución del género en diferentes sociedades. Podemos obtener detalles de cómo es mirada la mujer y por quién, y cómo es mirado el hombre y por quién, y qué implicación tiene eso en la sociedad.
En este proyecto, las encargadas de educación seleccionan las pinturas del museo y tratan de relacionarlas con la actualidad y la vida cotidiana. Mientras trabajan yo me pregunto: ¿cómo ha cambiado a lo largo de la historia el concepto de la mujer y del hombre hasta nuestros días? ¿Cuál era el ideal de belleza durante la tradición y cuál es el ideal de belleza que existe hoy día? ¿Se incluye al fin la mirada de la espectadora ante la representación del hombre?
El proyecto tiene como objetivo reflexionar sobre el hombre y la mujer del siglo XIX y cómo han cambiado hoy en día. Dirigido a estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria y de Bachillerato, los jóvenes podrán cuestionarse si en la actualidad aún perviven estas cuestiones de género. Sería interesante recoger todas esas opiniones de los adolescentes para archivarlas y leerlas cuando haya pasado mucho tiempo. Mi pregunta es: ¿Cambiará el concepto social que se tiene de los hombres y mujeres hoy día dentro de treinta años? ¿Y esto supondrá alguna innovación en su representación?
Son cuestiones que dependen, por supuesto, del espectador, pues al fin y al cabo, creo que es él (o ella) quién dirige la sociedad, y, por supuesto, redirige la evolución artística.