El rayo que no cesa

Man Ray (1890-1976), el propietario del pseudónimo más cool del arte de vanguardia (apócope de su nombre real Emmanuel Radnitzky), fue siempre reacio a hablar de sus orígenes. Aun así, sabemos que fue el primogénito de un matrimonio de emigrantes judíos rusos que trabajaron como sastre y costurera en Estados Unidos, primero en Filadelfia y al poco en Nueva York.

Aquí una nota biográfica tomada de un reciente catálogo de exposición que sin duda habría hecho sonreír al propio Man Ray, tan aficionado a los juegos de palabras: «1903. Sus padres abren un bar llamado Mitzvah en Brooklyn». Huelga decir que el Bar Mitzvah es el rito judío en que el varón, a los 13 años, comienza a ser responsable de sus obligaciones religiosas. Lost in translation.

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Paseantes

Salir a la calle estos días en que el verano parece recién surgido, en llamas, de las entrañas del desierto requiere de valor. Quizá estamos ante un challenge a gran escala, aquel de «the floor is lava» y toca ponerse a salvo de la quema y buscar un refugio climático. Idealmente en un lugar donde poder desahogar la pesadez de la canícula estival, pero sin perder ese placentero ritmo moroso que suena a vacaciones. Mi propuesta: entregarse al noble arte de pasear… bajo techo, cual flâneurs de interior climatizado. Si les apetece el plan, les invito a ir a Buenos Aires, y no porque allí sea invierno (que tampoco es mala excusa), sino porque en la sala de exposiciones del Museo Carmen Thyssen Málaga, viendo las fotografías que Horacio Coppola hizo de su ciudad en los años treinta, se puede disfrutar de un agradable vagabundeo a una temperatura perfecta (principalmente para la conservación de las obras de arte, que resulta ser muy adecuada también para la de nuestra propia integridad física) por una urbe fascinante, que el fotógrafo argentino retrató observando sin prisa, como buen degustador de los placeres de lo urbano.

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Street Life y costumbrismo. Un menú largo y estrecho

Vamos a proponer a los lectores de este blog un menú singular, que fusione la materia prima de Street Life, nuestra actual exposición temporal en el Espacio ArteSonado compuesta por una veintena de instantáneas neoyorquinas de Lisette Model y Helen Levitt, con el espíritu de la abundante colección costumbrista andaluza del museo. Un menú largo y estrecho, que permita rastrear las afinidades entre la fotografía callejera de los años 40 del siglo XX y nuestra pintura más regionalista del XIX. A ver qué sale.

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Indecible

«1. adj. Que no se puede decir o explicar.»

Hablar de la obra de Luis Feito (1929-2021) podría resultar inapropiado, ya que el propio pintor fue reacio explicarla. En un tiempo en el que parecía imposible eludir la presión a la que se somete a los artistas para que se expliquen, Feito optó por callar. A través del mutismo muchos creadores alcanzan la libertad, su independencia, y de paso evitan ser prisioneros de sus propias palabras. El silencio es un refugio seguro. A este respecto, recuerdo haber leído a Manuel Vicent una anécdota sobre un misterioso poeta del café Gijón al que por su mudez todos los parroquianos consideraban un sabio, hasta que un día tomó la palabra y se reveló como el verdadero gañán que en realidad era.

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Pintura insomne: Spilliaert en Málaga

Uno de los privilegios de trabajar en un museo, quizá el mayor, es participar en la organización y el montaje de exposiciones protagonizadas por tus artistas favoritos. Si se trata de una muestra de arte belga, contar con piezas de James Ensor, Félicien Rops, Paul Delvaux o, muy especialmente, Léon Spilliaert es cumplir un sueño.

Nacido en Ostende, ciudad balneario donde su padre regenta una importante perfumería, Léon Spilliaert es en esencia un artista autodidacta –a pesar de su breve paso por la Academia de Bellas Artes de Brujas– con una poderosa y singular identidad artística, influida tanto por sus lecturas de Edgar Allan Poe, Friedrich Nietzsche y Maurice Maeterlinck, como por las pinturas de Odilon Redon, Gustave Moreau y Fernand Khnopff. Tal es el virtuosismo de Spilliaert en el dibujo –con la aguada de tinta china, la acuarela, el gouache o el pastel–, que hoy es unánimemente considerado un maestro de la pintura y un referente en la configuración de la modernidad artística europea.

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Una vanguardia fugaz

Para el arte español, los años veinte y treinta del siglo XX fueron un período cargado de sueños de renovación, de esperanzas de un prometedor futuro en el que nuestros creadores se incorporarían, por fin, como protagonistas al devenir de las vanguardias internacionales con las que se había abierto la centuria. Y lo harían desde la construcción de un arte nuevo específicamente español, influido por el ambiente de modernidad internacional, pero elaborado a conciencia como una propuesta a partir de (y en reacción a) la tradición y con una identidad propia. Esas dos décadas fueron, sin embargo, un fugaz espejismo, que la guerra civil borró brutalmente. Con sus protagonistas en el exilio, interior o en el extranjero, fallecidos en algunos casos en la contienda, y, sobre todo, con el clima de efervescencia cultural que había estimulado las novedades interrumpido durante largo tiempo, la vanguardia no resurgirá, bajo las formas de la abstracción, hasta los años cincuenta. Pero esa es otra historia. La que cuenta Real(ismos) es la de aquel tiempo en que todo parecía posible y en el que nuestro arte fue muy moderno siendo realista y nuestros artistas reclamaron un lugar en el panorama internacional de la renovación. Hasta el 4 de septiembre este relato espera a nuestros visitantes en la sala de exposiciones temporales. A nosotros no se nos ocurre un plan mejor ahora que aprieta el calor. Estos son sólo algunos de nuestros motivos para no perderse esta cita en el Museo Carmen Thyssen Málaga.

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5 claves para visitar la expo de Juana Francés

La breve antología de la trayectoria creativa de la alicantina Juana Francés (Alicante, 1924-Madrid, 1990) que propone esta exposición –catorce piezas seleccionadas entre el largo centenar de obras que legó al Museo de Arte Contemporáneo de Alicante–, descubre a una de las artistas más sobresalientes del panorama español de la segunda mitad del siglo XX. Para comprender mejor su dimensión como creadora y la esencia del proyecto organizado en la sala noble del Museo Carmen Thyssen Málaga, os proponemos estas cinco claves.

Juana. Francés. Sin título, 1957
Técnica mixta, tintas y tierras sobre arpillera, 130,5 x 98 x 2,5 cm
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“Paul Strand. La belleza directa”. Las claves de una fotografía única

Haciendo un balance de toda su trayectoria, tras más de seis décadas fotografiando con una mirada singular el mundo que lo rodeaba, decía Paul Strand que se veía a sí mismo «como un explorador que ha pasado su vida en un largo viaje de descubrimiento». En nuestra exposición –que se podrá ver hasta el próximo 6 de marzo y que hemos organizado gracias a nuestros amigos de Fundación MAPFRE–, hemos querido animar a nuestros visitantes a viajar y explorar con este extraordinario fotógrafo, siguiendo sus pasos desde su Nueva York natal hasta el jardín de la casa en la que terminó sus días, cerca de París. Entre ambos lugares, 131 fotografías recorren un universo personal, de paisajes, rostros y arquitecturas que sorprenden por su aparente sencillez y deslumbran por su riqueza oculta en cada encuadre y detalle.

Estas son solo algunas de las razones por las que a nosotros nos fascina esta exposición. Para invitaros a venir a visitarla, nos sobran los motivos.

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Paul Strand: fotografía en los márgenes

«Strand tiene un ojo infalible para lo esencial.»
John Berger

Si en un absurdo propósito reduccionista tuviésemos que decidir quién ha sido el fotógrafo más determinante del siglo XX, es poco probable que Paul Strand (1890-1976) fuese nuestro favorito. Podríamos barajar varios nombres, como Rodchenko y Man Ray por sus imágenes espectaculares o decantarnos por la audacia vanguardista de Moholy-Nagy, por el lirismo de Brassaï, de Kertész, de Cartier-Bresson y hasta de Doisneau, quizá también por las fotografías descarnadas de Robert Capa o Don McCullin, por la impecable exactitud de Renger-Patzsch y August Sander, por el glamuroso encanto de Irving Penn, Richard Avedon y Edward Steichen, e incluso por la impostada ambigüedad de Annie Leibovitz o Helmut Newton. Con suerte, Strand ocuparía un puesto entre los diez mejores. Pero estoy seguro de que si hacemos esa misma petición a un grupo de fotógrafos –más inmunes al efectismo que el común de los mortales–, muchos de ellos elegirían al protagonista de la actual exposición temporal del museo (Paul Strand. La belleza directa) como primera opción.

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Prisionero de la imaginación

Dejando vagar la mente entre los aguafuertes de Piranesi que nos han acompañado estos meses en nuestra Sala Noble, fabulosos sueños de un arquitecto de ciudades y prisiones atrapadas en el papel, recordé una lectura ya lejana, de las peripecias de Giacomo Casanova (1725-1798), célebre prisionero de unas mazmorras bien distintas a las inventadas por su coetáneo y paisano Piranesi (1720-1778).

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