“Yo que soy un hombre de ‘constitución ordinaria’ he hecho todo lo posible para convertir mi alma en monstruosa. Como nadando a ciegas, me he hecho vidente. He visto. Y me he encontrado, para mi sorpresa, enamorado de lo que veía, deseoso de identificarme con ello.” Max Ernst, 1936
En nuestro deseo (y necesidad) de aprehender y comprender el mundo que nos rodea, de encontrar un sentido a todo, hemos compilado y transmitido a lo largo de los siglos nuestro saber y también nuestro desconocimiento sobre la naturaleza. Cada época histórica ha tratado de reflejar su inextricable complejidad para ilustración y asombro de contemporáneos y sucesores. Y si hoy los medios para contener nuestras verdades, teorías, sospechas y errores son tantos que las generaciones del futuro tendrán serias dificultades para recopilar las informaciones en ellos contenidas, nuestros antepasados concentraron el mundo por ellos conocido e ignorado en publicaciones que, bajo el amplio título de Historia natural, compendiaban en extensos volúmenes todo lo referente a las especies y su medio y modo de vida.
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